La Tierra me engulle con su mortal abrazo.
Me inunda su húmedo olor a oscuridad.
Barro y lodo taponan mi grito ahogado.
Sepultados, fundidos de nuevo con ella, en su feroz abrazo,
volvemos a casa, a su regazo oscuro, juntos, mi amado Pueblo,
somos sus hijos, pedacitos de arcilla moldeados con sus creadoras manos,
de cuyos dedos surgieron raíces que agarraron con fuerza en este lugar.
Volvemos a la oscuridad de sus entrañas, a la cuna de su vientre de vida y de muerte;
mi Pueblo y mi Poderosa Madre somos uno.
ella es nuestro sustento, y a su seno volvemos,
de donde vinimos en otro tiempo cuando ella era Diosa soberana,
Y allí aguardamos, esperando, vigilantes,
a que el nuevo hombre aprenda y comprenda dónde están sus raíces,
esas que brotan de su corazón.
Entonces Ella, que es Sabia, nos parirá de nuevo,
en un ciclo creativo que no tiene fin.
Amethyste
Desde España, al pueblo Maya de Guatemala.
Octubre de 2005
Este poema lo escribí con motivo del huracán Stan, que me impactó profundamente.
El dibujo de la "Diosa Maya", o madre Tierra, con Tikal al fondo, también es mío.
Si perdemos a los pueblos indígenas de la Tierra, también perderemos nuestra esencia, lo puro y auténtico del ser humano, nuestras raíces.